Llega a las librerías españolas la controvertida autobiografía de Jacques Mesrine, el enemigo público número uno.
El libro ‘Instinto de muerte’ ha sido publicado por la editorial Pepitas de Calabaza.
Estas polémicas memorias se han convertido en un exitoso fenómeno editorial y cinematográfico en varios países de Europa y en América del Norte.
Jacques Mesrine (1936-1979) exprimió cada segundo de su proscrita vida con una intensidad fuera de lo común. Fue un hombre extraño, inclasificable, nada convencional, un criminal que no se avergonzó de sus crímenes sino que los utilizó como un escalpelo dirigido a rasgar el velo de honorabilidad tras el que se escondía la hipócrita sociedad en la que le tocó en suerte vivir. Aureolado en Francia y Canadá con el título nada nobiliario de ‘enemigo público número uno’, su polémica autobiografía, reflejo de un carácter tan fiero como indomable, continúa desatando fuertes controversias éticas allá donde se publica. Ahora el lector español podrá juzgar al fin a esta leyenda del hampa. La editorial Pepitas de Calabaza acaba de publicar en castellano las famosas memorias de Jacques Mesrine bajo el título de ‘Instinto de muerte’, un testimonio único de la otra historia, la historia escrita con minúscula, la historia de los marginados que vivieron contra la ley.
Raras son las ocasiones en las que se puede tener entre las manos una obra tan singular como ésta, la narración en primera persona de alguien que fue tan admirado como temido, tan querido como odiado. Inmerso en la fructífera tradición confesional europea, el propio Jacques Mesrine decidió contar su vida de una manera descarnada, sin ofrecer la menor concesión al sentimentalismo. Exhibiendo un gran talento narrativo, el libro recapitula sus correrías por medio mundo y relata con profusión de detalles una existencia marcada por el lirismo del amor y la contundencia de la muerte. El resultado nos presenta una de las mejores versiones de una literatura patibularia, heredera de esos ‘outsider’ simbolizados en la figura del genial Jean Genet, quienes, presos de una libertad interior irrenunciable, juraron vengarse contra sus carceleros por medio de los robos, asesinatos y fugas más espectaculares.
La lectura de esta apasionante autobiografía no deja indiferente a nadie. Traducida por Jesús Romé y revisada por Federico Corriente, su contenido conmoverá al lector español, como ya ha conmovido a cientos de miles de lectores hasta convertirse en un auténtico fenómeno editorial y cinematográfico en diversos países. Fuente de toda clase de comentarios y debates, estas memorias han generado un caudal torrencial de tinta y celuloide. Al nutrido corpus cinematográfico sobre Mesrine ya existente se ha sumado una reciente y exitosa superproducción franco-canadiense en dos partes (L’Instinct de mort y L’Ennemi public numéro un), de próximo estreno en España, del director Jean-François Richet en la que participan los actores Vincent Cassel, Gérard Depardieu y la actriz española Elena Anaya entre otros. Este film, como los anteriores, ha intentado desvelar una vez más la turbadora personalidad de este hombre único ante cuya definición se agotan los adjetivos más contradictorios. Algunos detractores lo han tachado de un asesino sin escrúpulos; otros más hagiógrafos lo han tomado como un modelo de la rebelión moderna. Fuese quien fuese, Mesrine ‘El Grande’, como lo apodaron los policías que lo abatieron en las calles de París, ocupa un lugar privilegiado en el panteón de la literatura maldita.
Algunos apuntes aparecidos en la prensa:
http://www.larazon.es/noticia/8759-las-cartas-de-amor-del-criminal-mas-salvaje-de-francia
http://info.elcorreodigital.com/territorios
http://www.ideal.es/granada/20100116/cultura/asesinos-ladrones-escritores-20100116.html
http://www.elmundo.es/elmundo/2010/01/25/internacional/1264381888.html
Ficha
Instinto de muerte
Jacques Mesrine
La autobiografía del enemigo público número uno
Traducción de Jesús Romé (revisada por Federico Corriente)
ISBN: 978-84-937671-0-5 | Logroño, febrero de 2010 | 436 pág. | 22 euros | 21×14,5 cm | http://www.pepitas.net
Raras son las ocasiones en las que podemos tener entre las manos un documento como este, la narración en primera persona de la vida y la actividad criminal de quien fuera considerado en Francia y Canadá, durante los años setenta, el «enemigo público número uno»: Jacques Mesrine (1936-1979).
Haciendo gala de gran talento narrativo, Mesrine recapitula sus correrías por medio mundo (Francia, España, Italia, Suiza, Canadá, Estados Unidos…) y relata, con todo lujo de detalles, lo mismo sus atracos, robos, asesinatos y espectaculares fugas, que sus amores, amistades, certezas y esperanzas.
Mesrine, «El Grande» —así lo apodaban los miembros de la brigada especial de la policía que lo ejecutaron en las calles de París— fue un hombre que dio el salto cualitativo de vivir fuera de la ley a vivir contra la ley: una expedición sin retorno durante la cual no olvidó ni la suerte que corren los presos, ni el juramento de venganza que había lanzado a sus enemigos.
Considerado como un simple asesino por unos y como toda una leyenda de la rebelión moderna por otros, estas memorias que ahora presentamos no dejarán indiferente a nadie, de eso no tenemos duda.
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[…] Había adquirido la costumbre de mirar a mi alrededor, de fijarme en todos los que se cruzaban conmigo en la calle, en el metro, en el pequeño restaurante donde comía al mediodía. ¿Qué era lo que veía? Caras tristes, miradas cansadas, individuos agotados por un trabajo mal pagado, pero constreñidos a hacerlo para sobrevivir y que no podían permitirse más que el estricto mínimo. Seres condenados a la mediocridad perpetua. Seres que se asemejaban entre sí por la vestimenta y los problemas financieros de fin de mes. Seres incapaces de satisfacer sus menores deseos, condenados a ser eternos soñadores ante los escaparates de las tiendas de lujo y de las agencias de viajes. Estómagos acostumbrados al menú del día y al vaso de tinto corriente. Seres que conocen su porvenir, porque no tienen. Autómatas explotados y controlados, más respetuosos de las leyes por miedo que por integridad moral. Seres sometidos, vencidos, esclavos del despertador. Yo formaba parte de esa mayoría por obligación, pero me sentía ajeno a ella. No la aceptaba. No quería que mi vida estuviera reglamentada de antemano o decidida por otros. Si a las seis de la mañana tenía ganas de hacer el amor, quería tomarme el tiempo de hacerlo sin tener que mirar al reloj. Quería vivir sin horario fijo, pues estaba convencido de que la primera coacción del hombre comenzó en el instante en que se puso a calcular el tiempo. En mi cerebro resonaban las frases habituales de la existencia de todos los días. No tengo tiempo de… Llegar a tiempo… Ganar tiempo… Perder el tiempo… Yo quería «tener tiempo para vivir» y el único medio de poder hacerlo era no ser su esclavo. Sabía que era una teoría irracional, inservible para fundar una sociedad. Pero ¿qué sociedad era aquella, con sus bonitos principios y sus leyes? […]
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[…] Si bien he robado, nunca he despojado a los pobres. La mayoría de mis atracos han sido dirigidos contra bancos y empresas importantes. Nunca he utilizado la violencia contra un cajero ni contra alguien que transportara dinero. Estoy convencido de haber trabajado siempre con limpieza. No he violado a nadie, ni agredido a ancianos, ni explotado a una mujer. Si he abrazado la aventura, es porque amaba el peligro. Si muchos hombres perdieron la vida a causa de mis balas era porque no quedaba otra opción: o ellos o yo. Se arriesgaron tanto como yo al aceptar el cara a cara. […]
[…] Sabrina volvió de Montreal en el momento en que yo me ponía a escribir un libro sobre mi vida sin rehuir las graves consecuencias que el texto podía depararme a la hora del juicio. Pero había alcanzado el «punto cero», y como ya no tenía nada que perder, me decidí a lanzar «mi verdad» a la cara de la sociedad que muy pronto se encargaría de juzgarme. Aquella verdad, sin embargo, podría ser interpretada como un desafío. Un asesino describiendo sus crímenes indignaría quizá a los honrados ciudadanos. Las últimas páginas del libro amenazaban con convertirse en los primeros peldaños de la guillotina. Pero no tenía la menor importancia. Una celda no es más que una tumba a la que de vez en cuando se le levanta la losa que la cubre para comprobar si el enterrado vivo sigue todavía allí. […]
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El libro que ha inspirado las películas de Jean-François Richet L’Instinct de mort y L’Ennemi public numéro un (con Vincent Cassel, Gérard Depardieu, Elena Anaya…)
http://www.youtube.com/watch?v=FOfUbthtDhQ
http://www.youtube.com/watch?v=UUxI5T92ygM
Una de las cosas que mas le inquietaba eran; Las carceles de aislamiento .
Donde por cada preso , habia , diez carceleros.
Lo que aqui en España llamamos FIES .
Es que son muy inquietantes, Papillon, y terrorífica la experiencia.
¡Gracias por el comentario y por pasarte por el blog!
Hola Enrique,
Gracias por tu extenso y documentado comentario y bienvenido al blog.
Disculpa si ha tardado en publicarse, pero al ser tan largo, wordpress me pedía la aprobación del comentario.
¡Saludos!
Enric
brigada21.com
El día 15 de abril se hizo la presentación de este libro en la librería Enclave de Libros, Madrid. Los ponentes fueron Eugenio Castro y un servidor, se repartió el siguiente texto entre los asistentes:
Mesrine, testimonio de lucha en libertad
Por Enrique Bienzobas
Alguien dijo una vez, creo que se trataba de un ecologista, que es preferible llenar los años de vida en lugar de la vida de años. ¡Claro que es preferible! Pero no todas las personas son capaces de ello. Los más, entre los que me cuento, llevamos una vida rutinaria, “sin interés y sin sorpresas”, como escribe Mesrine al referirse a aquellos con los que uno se puede cruzar a diario en el metro, autobús o en cualquier bar del barrio, cuyos “rostros marcados por la monotonía de la tarea cotidiana”, hablan por si solos.
A lo largo de la Historia de la Humanidad ha habido personajes fabulosos que han sabido despertar el imaginario popular con sus acciones, muchas veces fuente de inspiración de incendios revolucionarios, pero también fuente de desarrollo de leyes coercitivas. No en vano la historia la escriben siempre los ganadores y los estados, de momento –sólo de momento-, ganan la partida. Son personajes que han sabido saltar de lo banal a la utopía.
Figuras como las de Robín de los bosques, el rey de los ladrones; Olivier Misson y el monje italiano Caraccioli, que llevaron a cabo un fabuloso experimento a finales del siglo XVII: fundación de una república igualitaria de bucaneros; Luis Candelas, para quien la fortuna estaba mal repartida; Sacco y Vanzetti, asesinados por el estado capitalista; Buenaventura Durruti, el sueño libertario; Bonnie y Clyde, una historia de amor libre… Y tantos otros, entre los que podemos incluir a Eugène François Vidocq (en la primera etapa de su vida), el maestro del disfraz, Jacques Mesrine, el hombre de las mil caras; Jaime Giménez Arbe, al que la policía llamaba El Solitario[1]. Seres que decidieron vivir libres.
Vidocq, Mesrine, Giménez… son vidas paralelas. Los tres emplearon un mismo procedimiento, el disfraz. Los tres contemplaron a la sociedad que les rodeaba como un enemigo, si bien Vidocq se convirtió, olvidando sus orígenes, en un perseguidor de transgresores. Eugène François Vidocq vivió entre la segunda mitad del siglo XVIII y la primera del XIX y fue un maestro en el arte del transformismo. A Mesrine, además de “El hombre de las mil caras”, también le han llamado el Robin Hood francés, o El Grande, como le llamaba la policía. El tercero, Jaime Giménez Arbe, también fue un maestro en el arte del disfraz, manteniendo en jaque a la policía durante más de 15 años.
Vidocq, Mesrine, Giménez… Eran pacíficos, si emplearon la violencia fue como un recurso contra la violencia. Jaime Giménez fue condenado por el “asesinato” de dos guardias civiles, sin embargo en el juicio no quedó clara su participación. Mesrine nos dejo dicho que “…llega el día en que se dispara por primera vez ante un obstáculo o por un simple ajuste de cuentas. Ese instante es cuando se da el gran paso y ya no se puede dar marcha atrás”. Pero si disparó lo hizo para defenderse. Añade más: que “nunca he utilizado la violencia contra un cajero ni contra alguien que transportara dinero. Estoy convencido de haber trabajado siempre con limpieza”. Puede ser cinismo o no, lo cierto es que leyendo Instinto de muerte uno no juzga, más bien comprende. Y, puestos a comprender, el lector se alegra profundamente de muchas de las acciones llevadas a cabo por Mesrine.
Jacques Mesrine salía de su casa el 2 de noviembre de 1979 cuando, sin darle previamente el alto, más de cincuenta agentes de la policía, escondidos en camionetas, coches y a pie, dispararon sobre él un número de veces indeterminado (en el parabrisas de su coche se pueden contar hasta veinte impactos de bala[2], incluso parece ser que un policía, cuando ya estaba abatido y sin vida en el asiento de su coche, le asestó un tiro en la cabeza[3]. El sadismo todavía llevó a la policía a mantener expuesto públicamente el cadáver en la calle durante más de una hora[4], se pueden ver fotografías de los policías felicitándose unos a los otros con grandes aspavientos de felicidad[5] (Los hechos fueron denunciados por la familia, los jueces absolvieron a la policía). Un testigo presencial afirmó que “lo han matado como a un perro”[6]. Tenía entonces 43 años y hacía dieciocho meses que había protagonizado su última fuga de la sección de máxima seguridad de la prisión de La Santé, donde había ido a parar con una condena de 20 años. Antes de la última huída escribió sus memorias tituladas Instinto de muerte, publicadas por primera vez en Francia en 1978.
Instinto de muerte se inicia en tercera persona hablando del propio personaje. Y nos dice, refiriéndose a sí mismo: “su expediente criminal es una novela negra en la que confluyen las escenas burlescas, la sangre, la violencia, las hembras y la amistad”. Y, efectivamente, Instinto de muerte es una autobiografía novelada, una novela negra narrada en primera persona.
¿Cuántas veces se ha dicho que la realidad supera a la ficción? Pues bien, aquí tenemos una de esas veces. Aquí tenemos la realidad. Pero no vayamos a creer que la autobiografía de Mesrine se ha escrito para justificar nada. No. Instinto de muerte es una reflexión sobre la sociedad, es una ventana abierta a una realidad que los lectores no sabemos, o no queremos saber, que existe. Ni siquiera El Lute nos habló del sistema carcelario, del sistema penitenciario como lo hace Mesrine, como Jaime Giménez lo hace, como Amadeu Casellas lleva denunciando desde hace muchos años. Las cárceles no sirven para regenerar a nadie, los encarcelados se convierten en vengadores, en enemigos de la sociedad. Son, por tanto, una hipocresía más del sistema capitalista.
Chester Himes, un clásico de la novela negra, no supo describirlo mejor en su obra autobiográfica Por el pasado llorarás, en la que nos muestra cómo la cárcel acaba con todo lo humano.
No es muy diferente de lo que nos narra Jaime Giménez cuando le ingresan, con 16 años, en la cárcel de Carabanchel: “Como yo tenía solo 16 años, iría destinado al módulo de menores de edad, pero antes tendría que pasar tres días con sus noches en lo que se denomina módulo de ingresos y que viene a ser un lugar de aclimatación previo a la adjudicación de la celda definitiva. Allí tuve que dormir sobre unos inmundos colchones de paja que había en el suelo y abrigarme con unas mantas cuarteleras de ínfima calidad y menor limpieza”[7].
Así pues, obras como las Memorias de Vidocq, Instinto de muerte de Mesrine, Camina o revienta de El Lute, Me llaman El Solitario de Jaime Giménez, por no añadir muchas más[8], pueden ser consideradas como novelas negras.
Como todo el mundo sabe, la novela negra nace en los USA durante los años veinte del siglo XX. Consiste en un enfoque crítico de la sociedad a través de potenciar los diálogos y la acción frente a la reflexión. Rompiendo así con la novela enigma propia del siglo XIX.
Las memorias de Mesrine responden, si bien no de manera fiel, a dicho esquema. Es decir, diálogo, acción y… también reflexión. Pero esto último es absolutamente necesario puesto que se trata de hacer la luz en las mentes lectoras. Es decir, denunciar una sociedad que algunos todavía creen modélica, basada en la corrupción, apoyada en un sistema que dicen ser democrático. Denunciar un sistema judicial en el que “la cárcel nunca puede ser humana, aunque lo aparente”… pues es “la puerta abierta a todos los abusos”. Algo que en nuestro país Amadeu Casellas viene sufriendo en su piel muchos años.
Las memorias de Mesrine, como antes las de Vidocq, después las de El Lute, luego las de Jaime Giménez, etc., van más allá de la propia novela negra. La novela negra en la actualidad es la heredera del naturalismo del siglo XIX, sus autores tratan de ser los notarios de la realidad. Tanto Hammett, como Chandler, Thompson…, como los actuales novelistas del género negro, nos muestran la realidad social, levantan acta. Y eso es todo. Tengo en mente la brutal denuncia contra los criminales mafiosos realizada por Jean Claude Izzo en su trilogía sobre Marsella. De nada ha servido, los criminales siguen actuando a sus anchas.
Sin embargo una denuncia de cualquiera de estos rebeldes en lucha abierta contra la sociedad, es capaz de levantar más ampollas entre los medios de comunicación que todas las “denuncias” realizadas a través de la novela negra. De hecho, en Francia levantó una gran expectación la publicación de Instinto de muerte, lo mismo que en España Camina o revienta o Me llaman El Solitario. Estos testimonios son capaces de enriquecer ese imaginario popular convirtiendo sus actos en utopías, en rupturas con la cadena laboral, más allá de interpretaciones moralizantes. Ese es el verdadero valor de las memorias.
¿Quién fue Jacques Mesrine? Ya lo hemos dicho, “el hombre de las mil caras”. Nacido el 28 de diciembre de 1936 en París en el seno de una familia trabajadora que hacían diseños para una gran empresa de bordados finos. Poco después su padre se va a la guerra y es apresado por los alemanes. Seis años sin contar con su padre en una edad en la que se nota profundamente la falta del padre, me sentí completamente perdido y abandonado, nos dice.
Luego viene la escuela y los fracasos. Su padre no puede atenderle puesto que está muy ocupado en su trabajo. Hace novillos y sale con amigos con los que prefiere irse de juerga en lugar de asistir a las clases. Le expulsan de la escuela y sus padres le matriculan en un colegio interno. La relación familiar se va deteriorando cada vez más. Otra expulsión. Ingresa en un instituto. Nada que hacer, no estudia. Se fuga de casa en un arranque de amor juvenil, al día siguiente ya está de vuelta.
Sus padres apenas se preocupan de él, su padre por el trabajo, su madre porque se limita a preguntarle si ha hecho los deberes. Cuando él, según nos cuenta, hubiera preferido que “me hubiera hecho mil preguntas sobre mis ocupaciones diarias, que me hubiera obligado a recitar las lecciones y se hubiera enfadado por no haberlas aprendido”. Eso en cuanto a su madre, pues “mi padre estaba allí, pero me mantenía al margen de su vida”.
Aislamiento familiar y fracaso en los estudios… Luego viene lo demás. Primero sus inicios en el sexo, luego en el robo. Primero casas y luego lo que se terciara. Intentó la vida laboral, pero frente a las injusticias y los rostros marcados por la monotonía de la tarea cotidiana de sus compañeros, “me juré a mi mismo que no me eternizaría en una vida sin interés y sin sorpresas. Jamás sería como aquellos que veía en el metro, seres que conocen su porvenir, porque no tienen”.
Y la vida le va deparando las lecciones que necesita de aquí en adelante: primera lección: “si vives en la sombra nunca tendrás la oportunidad de ver el sol”. Segunda lección: “no hay que escoger la escalera de servicio”. Tercera lección: “el que está debajo ha nacido para que le echen una bronca tras otra durante toda su vida”. Y vendrán más lecciones: “para llegar a viejo hay que ser el primero en reaccionar”. Otra enseñanza: “lo que no debe decirse jamás a un hombre al que uno le está apuntando es que va a morir, pues intentará jugarse el todo por el todo”. Esta otra tan rotunda como trágica: “en mi mundo sólo la violencia tiene fuerza de ley”. Y la última: “las promesas de la Administración valen lo mismo que los cheques sin fondos”. Lecciones que aprende mucho más deprisa que las otras que intentaban enseñarle en los centros de estudios o “colegios de cuervos”.
Ya ha iniciado el camino. Un camino por el que siempre se avanza, por donde no es posible el regreso. Y pasa lo inevitable: “llega el día en que se dispara…”. Por medio está Argelia y la guerra de independencia. El colofón. Armas, lucha, crímenes –de guerra, sí, pero crímenes al fin y al cabo, esos que el Estado aplaude-, represión… Dos años de guerra. “En Argelia –nos dice- enterré la poca humanidad que me quedaba en lo más hondo de mi corazón”. Fue entrenado por la OAS.
España, Italia, Suiza, Canadá, Estados Unidos, Venezuela, Francia… Atracos, asaltos, secuestros, prisiones, huidas… Es fácil a la sociedad echar la culpa a alguien al que se le declara enemigo público número uno de todo lo que ocurre, aunque ese enemigo no lo haya hecho. Fácil, sí. Luego, a la hora de ser juzgado, las penas son mayores. Y alguien queda limpio. Esas injusticias son las que a Mesrine le sacaban de quicio.
Ya lo hemos visto, su expediente criminal es una narración de aventuras. Claro, no podía ser de otra manera, aunque dura y sincera –así aparenta-, hay hechos que no nos cuenta. Mesrine sabía muy bien manejar los medios de comunicación a su favor, en alguna ocasión logró que un juez condenara a cuatro directores de periódicos (France Soir, entre otros), por difamación. El Paris Match, le hizo una entrevista (también Libération) y, cuando la revista derechista Minute no habló bien de él, citó al periodista en un bosque al que acudió pensando que iba a tener el reportaje de su vida. En lugar de eso se llevó, además de una buena paliza, tres tiros, uno en el brazo, por escribir calumnias; otro en la boca, por hablar mal de él; el último en el flash de la cámara, para que quedara una buena foto del cuerpo herido, según nota de prensa enviada por el propio Mesrine. Claro, eso no lo podía contar él porque ocurrió después de su última fuga del módulo de alta seguridad de La Santé. Lo mismo que el secuestro del millonario Lelievre, por el que consiguió un rescate de seis millones de francos[9].
No vamos a entrar aquí en si las memorias tienen la intención de justificar algo o no, si están escritas con una buena dosis de hipocresía o sinceridad. Lo que sí podemos decir que es una crítica muy dura a la sociedad y, sobre todo, al sistema penitenciario francés, aunque el canadiense no se queda atrás. Desde aquello tan manido como que la cárcel es una escuela de delincuencia hasta esto otro más contundente de que “a los presos se les explota alevosamente con la complicidad de la dirección”, algo que Amadeu Casellas viene denunciando desde que ingresó en la cárcel, hace ya más de treinta años, pasando por este grito de desesperación: “la cárcel nunca puede ser humana, aunque lo aparente”, para terminar afirmando que “la cárcel es la puerta abierta a todos los abusos”.
Por último, a manera de reflexión sobre la vida en la que se metió, Mesrine nos dice que “el mundo del hampa no es un mundo de honor y amistad como se ve en tantas películas. Hombres, verdaderos hombres, hay pocos. En realidad, se trata de un mundo de embrollos, de chanchullos, de vanidosos, de orgullosos, donde reina la mentira. Sin pistola, muchos duros de barrio son simples cobardes”. Si no hubiera sido por esta última frase parecería que estaba hablando del mundo de la política profesional en lugar del mundo del hampa. Porque… ¿son dos mundos distintos, no?
MESRINE, JACQUES: Instinto de muerte. Título original L’instinct de mort, traducción Jesús Romé, revisada por Federico Corriente. Editorial Pepitas de Calabaza. Logroño, febrero 2010. 429 páginas. ISBN: 978-84-937671-0-5.
[1] Para comprender el siginificado de El Solitario, ver el profundo trabajo realizado por EUGENIO CASTRO, JULIO MONTEVERDE, JOSE MANUEL ROJO, EMILIO SANTIAGO Y ÁNGEL ZAPATA: “Lo que El Solitario esconde. Elogio ponderado del contenido manifiesto de sus actos y exaltado del latente”. En El Rapto. Observatorio del sonambulismo contemporáneo. Núm. 3. Madrid, diciembre 2008. Págs. 1-3. En Internet lo pueden localizar en la página del Grupo Surrealista de Madrid, URL: http://gruposurrealistademadrid.org/. La URL del artículo es:
Haz clic para acceder a El_Rapto_n_3b.pdf
[2] Ver viewmorepis.myspace.com. URL:
http://viewmorepics.myspace.com/index.cfm?fuseaction=viewImage&friendID=293395806&albumID=0&imageID=2944578
[3] Ver Wilipedia. URL:
http://es.wikipedia.org/wiki/Jacques_Mesrine
[4] Ver La Vanguardia del 10 de noviembre de 2009. URL: http://www.lavanguardia.es/lv24h/20091110/53820866152.html
[5] EDUARDO CHAMORRO: “Jacques Mesrine, el enemigo público número 1 de Francia. Fantomas cazado a tiros”. En La Gaceta Ilustrada. Nº 1206, 18 de noviembre 1979. Págs. 80-82.
[6] EDUARDO CHAMORRO: Artículo mencionado.
[7] JAIME GIMÉNEZ ARBE: Me llaman El Solitario. Autobiografía de un expropiador de bancos. Txalaparta, Nafarroa, nov. 2009. Pág. 97.
[8] la novela autobiográfica No hay bestia tan feroz, de Edward Bunker, que en seis meses lleva cinco ediciones, la ya citada de Himes…
[9] Parece ser que el secuestro tuvo que ver también con la paliza al ex policía metido a periodista Tillien, pues un primer intento de cobrar el rescate fracasó porque la policía les seguía.