Autor: C. Pablo Lorenzo
Miré la foto y tardé un par de segundos en darme cuenta que se trataba de la persona señalada, el dinero ya estaba en mi bolsillo, no confié nunca ni en los cheques, ni en los bancos, soy un asesino, odio a los ladrones institucionales, a los otros también, aunque de algún modo soy el ladrón supremo, le robo la vida a la gente. Cuando trabajo no suelo pensar demasiado, el tipo estaba en el andén del metro y le metí unas siete balas explosivas en el cuerpo, no era agradable de ver pero la acción duró muy poco, sus tripas explotaban y salían de su cuerpo como si fuera una olla en ebullición, la gente se apartó un poco y continuo con sus vidas mientras el tipo se desangraba en el piso, cuando me escabullía miré al adolescente que terminaba de comer tranquilamente su bocado observando la escena, sentado en un banco a pocos metros, se estaba levantando para irse, seguramente no quería ser testigo de la policía, pasé a su lado y evitó mirarme la cara, buen chico.
Había cámaras pero nadie sacaría mi rostro, sabía moverme. Al terminar de subir la escalera me choqué con otro tipo igual al muerto, me había equivocado, ese se parecía más al de la foto, bajé la escalera y le metí un tiro en la nuca. Salí por fin y me tomé un taxi. Transpiraba un poco por la carrerita. ¿Serían mellizos? Pero que mierda me importa, pensé, no soy curioso, no iba a empezar a serlo en ese momento.